Así como León Portilla escribió la crónica de la conquista de México desde los ojos del mexica y tlaxcalteca en su famosa crónica "Visión de los vencidos" fue el arte mexicano en sus primeros años como nación independiente. La guerra de independencia había fracturado a la sociedad, e incluso a los mismo insurgentes entre los que desdeñaban cualquier vestigio español y los que anhelaban la reconciliación entre ambas naciones. Lo cierto es que con la consumación de la independencia mexicana un nuevo sentimiento de nacionalismo crecía en los mexicanas, principalmente entre los mestizos. Sentimiento que a menudo dejaba un sabor a autocompasión. La nación se percibía como el remanente de una conquista, como las ruinas de un pasado azteca glorioso. Recuerdan con desdén el arribo ibérico a tierras mexicanas. El arte se empapa de este sentimiento y en sus obras el vencido es el protagonista y a víctima de su antagonista español. El noble mexica es un héroe que pelea con gallardía hasta su último respiro, la gran ciudad de Tenochtitlan eclipsa a cualquier otra ciudad de su momento en Europa, en ella se reúnen los grandes guerreros del imperio, los pensadores y poetas, los grandes gobernantes, el artista mexicano concibe Tenochtitlan como la Atenas de América y no se reserva ningún elogio aún cuando este puede ser desproporcional con lo que fue. La tragedia indígena es pintada una y mil veces.
Félix Parra, Episodios de la conquista, la matanza de Cholula.
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